La Basílica

El punto de encuentro de la ciudad


Para algunos historiadores el Imperio romano no ha desaparecido, sigue en nosotros. Si pudiéramos viajar al pasado y visitar esta ciudad romana de Complutum nos encontraríamos extrañamente cómodos, casi todo nos resultaría familiar y podríamos desenvolvernos sin muchos problemas, sobre todo si nos situamos en el antiguo Foro. Allí encontraríamos su edificio principal, la basílica, donde estaban divididas las tareas religiosas y administrativas.

No nos sorprendería la presencia de la burocracia y los funcionarios en nuestros trámites administrativos, y estaríamos igual de molestos con los impuestos que tendríamos que pagar. Incluso, podríamos asistir a juicios entendiendo casi todo lo que allí sucediera. Lo que ya no nos sería tan familiar es la relación de los romanos con la muerte y el extremo rigor con que la justica castigaban los delitos, incluso los delitos de opinión, como te contaremos si sigues leyendo.

LA BASÍLICA, NÚCLEO DE LA CIUDAD


¿Quién no ha quedado con sus amigos en un centro comercial? ¡Hasta los romanos se reunían en espacios polivalentes! Uno de los edificios más importantes que había en el foro era precisamente la basílica, un punto de encuentro para la ciudadanía que servía como edificio administrativo y como palacio de justicia, pero también como un verdadero shopping mall del S. XXI.

Desde el siglo II a.C. se construyeron estos edificios "comodín", que servían tanto para la vida pública (transacciones financieras, comercio, etc.) como para la política, la administración, y la celebración de juicios. Para contener una actividad tan bulliciosa se precisaba un espacio amplio; por eso, las basílicas poseían tres naves alargadas: la central, más alta y con claraboyas para permitir la entrada de luz natural, y las laterales separadas por filas de columnas, que permitían la instalación de puestos comerciales e incluso ocasionalmente de altares para el culto al gran abanico de dioses del panteón romano.

Se entraba por un pórtico lateral o por la parte delantera, que comenzaba tras atravesar un gran atrio de columnas. Desde él se accedía a un vestíbulo llamado nártex que ocupaba todo el ancho de la estructura y, ya, desde ahí, a a la basílica. Si las puertas estaban abiertas, se podía ver el muro semicircular del fondo (ábside) donde no pocas veces se colocaba una estatua del emperador, en cuyo nombre se impartía justicia. Era, pues, un espacio concurrido y lleno de vida. De hecho, la clave del esplendor de la ciudad romana de Complutum fue precisamente la actividad administrativa que se realizaba en la basílica del siglo I d.C. que había en el foro, núcleo del poder de la ciudad.

Curiosidades

En Roma también había taquígrafos... que usaban tablillas de cera


¡Lo escrito, escrito está! Los romanos dejaban constancia escrita de las actividades importantes: discursos del senado, actos administrativos y la instrucción de los juicio a cualquier preso romano. Siempre se dejaba constancia de lo que se había dicho en un acta.

EL PESO DE LA LEY


En todos los procesos, ya fueran pleitos juzgados en la basílica o litigios resueltos por la asamblea en el comitium -espacio abierto en el foro de la ciudad- se aplicaba el imperecedero derecho romano. El desarrollo de un juicio romano era similar al desarrollo de nuestros juicios actuales: las partes exponían sus argumentos y el juez, tras escucharles, dictaba sentencia.

Sin embargo, en la Antigua Roma las formalidades administrativas y la propia actividad cotidiana estaban impregnadas de preceptos y prácticas públicas de carácter religioso; no cumplir con lo establecido en cuanto a ofrendas a deidades no significaba simplemente romper una tradición, sino que podía meter en un verdadero lío a aquel que osase desafiar las leyes romanas. Por ejemplo, teniendo en cuenta que el propio emperador se consideraba un dios, no adorarlo y no realizar ofrendas estaba tipificado en el -estricto- sistema penal romano como un delito de idolatría y de alta traición al Estado.

Cualquier ciudadano romano estaba obligado a realizar una ofrenda al emperador en cualquier acto público: al comienzo de un juicio, al inicio de los juegos gladiatorios o de una carrera de cuadrigas. Fue de esta manera como los Santos Niños fueron inculpados, al negarse a realizar este tipo de ofrenda en la escuela durante la visita del prefecto a Complutum. Muchos de los reos, aunque pudiesen apelar al Senado por ser ciudadanos romanos, prefirieron mantenerse firmes en sus creencias a sabiendas de que podrían llegar a pagar con su vida. Así sucedió con los mártires cristianos, que en numerosas ocasiones eran sometidos a duras penas de prisión o destierro para que se retractaran, aquellos que no abjuraron de su fe -«mártir» significa «testigo» de la fe-, eran condenados a muerte y ejecutados públicamente de forma ejemplarizante.

Este fue el caso de dos hermanos de la antigua Complutum de tan solo 7 y 9 años, llamados Justo y Pastor, que a comienzos del siglo IV vivieron la persecución que habían ordenado los emperadores Diocleciano y Maximiano contra los cristianos y que se llevó a cabo en Hispania por su prefecto (gobernador), Daciano. A pesar de su corta edad, sabían el castigo que les esperaba si manifestaban su fe, pues según la tradición su propio padre y su tía habían sido condenados a muerte por el mismo motivo.

Tras un proceso en el que se los instó a recapacitar y adoptar la religión oficial del imperio, viendo el tesón de los jovencísimos hermanos aun cuando habían sido azotados para disuadirlos, fueron condenados a morir por decapitación -privilegio solo de los ciudadanos romanos- en un juicio que se celebró en la basílica de Complutum. Fue así como un 6 de agosto del año 304 la espada atravesó el cuello del pequeño Justo y cercenó del mismo modo la vida de su hermano mayor, Pastor, en el llamado «Campo Laudable», a las afueras de la ciudad. De este modo, la implacable ley romana servía de ejemplo para que, con el atroz martirio de los infantes, a ningún cristiano más se le ocurriera desafiar nunca mas el poder de Roma – cosa que como sabemos no sucedió…

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Las termas: el Networking de la época


¿Podría haber un foro sin termas? Te respondo ¿podría haber un entorno empresarial sin campo de golf?

… ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR


Cuando Roma reconoció la libertad religiosa a comienzos del siglo IV, los cristianos se vieron en la necesidad de buscar un espacio de celebración, ya que hasta entonces se habían reunido de forma clandestina en viviendas de particulares que los fieles acomodados destinaban al culto, denominadas domus ecclesiae. Se eligió como tipología de los nuevos templos el modelo de la basílica romana, incluso, en determinados casos, se usaron basílicas ya existentes.

Este tipo de edificio tenía muchas ventajas para desarrollar la nueva fe. Disponía de un gran espacio diáfano gracias a la nave central (más alta que las laterales) con una orientación simbólica hacia el Este, que es por donde sale la luz, y un pequeño patio exterior llamado nártex, en el que podían permanecer quienes no tenían permiso para participar en toda la celebración. Además, al final de la nave longitudinal siempre había al menos un espacio semicircular llamado ábside, donde se sentaba el juez, que era a donde se dirigía la vista. Este punto contaba con una acústica muy buena que permitía escuchar bien en todo el edificio lo que se decía en este lugar. Allí se podía situar el obispo como representante de Cristo, sumo juez.

Era un lugar al que la ciudadanía estaba acostumbrada a asistir, y precisamente no era un templo de Júpiter, de Venus o de Baco: así, los conversos no identificaban los dioses romanos con el cristiano. Podríamos decir que mantuvieron la forma inspirándose en esta arquitectura civil y evitando al máximo copiar lo que eran los «templos paganos». Además, mientras en los templos romanos solamente podían entrar sacerdotes o vestales, los templos cristianos necesitaban espacio para acoger a la asamblea cristiana, que celebraba junta, como un pueblo.

En Complutum, no «reciclaron» la basílica romana del siglo I, sino que construyeron un nuevo templo sobre la roca que habría sido testigo de la decapitación de los niños cristianos Justo y Pastor. Aunque los restos de los Santos Niños se trasladaron a un valle de Huesca y a la catedral de Narbona durante la dominación musulmana entre los siglos VIII y XI, la memoria del lugar no se perdió nunca, y al regresar las reliquias a Alcalá en el siglo XVI encontraron un más que digno «estuche» para conservarlas: la catedral medieval que el cardenal Cisneros reformuló por completo dotándola de un esplendor que la villa a orillas del Henares solamente había conocido cuando aún era Complutum.

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¡Pleitos tengas y los ganes!


En el más antiguo sistema judicial romano (cuando Roma era solo una pequeña villa de agricultores y ganaderos) establecía un proceso llamado Legis Actione, por el cual las partes implicadas en un juicio debían pronunciar solo unas palabras determinadas por la ley y que no podían cambiarse, pues daban a estas el valor de fórmulas sagradas que no se podían alterar.

EL MONUMENTO A LOS HÉROES

 


 

Quizá te suene el nombre de Teseo, el que derrotó al minotauro siguiendo el hilo de Ariadna; o el de Eneas, héroe de la guerra de Troya y padre de los legendarios fundadores de Roma. ¿Cuántos grandes héroes griegos o romanos conoces? La memoria de muchos de ellos se ha mantenido hasta hoy no solo gracias a las narraciones de sus hazañas, sino también a los monumentos que guardan su memoria.

Como todavía no existía el Paseo de la Fama de Hollywood, el mundo griego inventó (y el romano copió la idea) los heroa, lugares de conmemoración de un personaje épico sobre su tumba o cenotafio, para poder rendir culto a estas «estrellas» sobre sus propios restos. La mayoría eran estructuras sencillas, pero tener un monumento de recuerdo a un héroe le daba prestigio (y, según creían, también fortuna) a la ciudad, de modo que no pocos heroa acabaron siendo verdaderas torres o edículos de lo más lujoso, como los romanos enterraban en las carreteras de acceso a las ciudades esto hacía aún más visibles y destacados estos monumentos.

Hemos visto que algunas tipologías de edificios son fácilmente reciclables, de modo que con el aumento exponencial del número de mártires tras las brutales persecuciones de Decio y Diocleciano, los cristianos ya tienen la solución para hacer que la memoria de los mártires no se pierda: del culto de los héroes en los heroa pasarán al culto a los mártires en los martyria. Si sobre la tumba de grandes generales se colocaba un cenotafio que recuerda su memoria, el lugar que custodia las reliquias de los cristianos más ejemplares no sería menos.

¿Cuántas famosísimas basílicas –comenzando por la de San Pedro del Vaticano– son en origen un martyrium a lo largo de los siglos? Pues tenemos una aún más cerca… ¡en Alcalá de Henares! Cuando la comunidad cristiana de Complutum descubrió el lugar en el que habían sido enterrados los pequeños mártires, en las afueras de Complutum al borde de la calzada que llevaba a Cesar Augusta, recordaron y custodiaron el sitio, y, cuando fueron libres de profesar su fe, construyeron una capilla. En las recientes excavaciones realizadas en la catedral se encontraron restos de este antiguo martiria de los Santos Niños que hoy se pueden ver en la salida al claustro y que son literalmente los cimientos de la actual catedral y el centro de la nueva ciudad de Alcalá.

Curiosidades

¿Te has preguntado alguna vez de dónde viene el término Catedral?


La relación entre el mundo académico y el eclesiástico es una constante en Alcalá: ¡está hasta en las sillas!